Ciencia y Vida

martes, septiembre 02, 2008

LAS DOS CARAS DE LA GRASA


Todo depende del lado del que se mira nos dicen muchas veces. Con la grasa parece que el lado siempre es el peor. Nadie quiere estar gordo y los especialistas en salud relacionan la obesidad con diferentes patologías, fundamentalmente enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.
A los adipocitos o células de la grasa, se les ha atribuído siempre el único papel primordial de almacenar el exceso de nutrientes y liberar la energía acumulada cuando el organismo lo requiere. A principios de los años noventa se comprobó que la grasa tenía también otras funciones fisiológicas, por ejemplo liberar sustancias proinflamatorias. Recientemente un estudio en fase clínica demuestra los beneficios de fármacos antiinflamatorios en el control de la glucemia. Tratar de cambiar ciertas funciones perjudiciales de la grasa, sin tener necesariamente que eliminarla, puede resultar una importante alternativa terapéutica en un futuro cercano. Sin duda, la obesidad que conlleva una dieta inadecuada y el sedentarismo, está aumentando el número de pacientes con diabetes tipo 2, en los que la insulina deja de actuar de forma apropiada, principalmente en el hígado y los músculos, donde la glucosa se utiliza, respectivamente, para producir triglicéridos o para proporcionar energía durante el ejercicio. Como consecuencia la glucosa se incrementa en la sangre causando los efectos nocivos de la diabetes incontrolada. Los estudios recientes demuestran que la grasa tiene un papel activo en la regulación de la glucosa, lo cual es lógico en parte. Cuando las células del tejido adiposo incrementan en tamaño por el acúmulo de triglicéridos, liberan una proteína, RBP4 que inhibe la acción de la insulina sobre el hígado, de alguna manera el tejido graso está tratando que el organismo no transforme más glucosa en triglicéridos, pero de forma concomitante los niveles del azucar incrementan en sangre. Igualmente, las células de la grasa en determinadas circunstancias, por ejemplo relacionadas con la obesidad, son capaces de liberar, como se ha mencionado al principio, sustancias proinflamatorias como el TNFalfa y la IL-6 que tienen efectos perjudiciales, manteniendo un estado crónico inflamatorio. En este sentido, en la Universidad de Harvard se han iniciado estudios clínicos, publicados recientemente en la revista “Diabetes Care”, sobre el beneficio de antiinflamatorios en el control de la glucemia. No todo son señales malas desde el tejido graso, los adipocitos que aún no han “engordado” su tamaño liberan, contrariamente, sustancias como la adiponectina que facilita la acción de la insulina. Estudios adicionales en fase clínica tratando de modular los efectos de distintas sustancias liberadas por la grasa aún tardarán ya que no se conoce exactamente el mecanismo de acción. No obstante el camino está marcado y es probable que pronto se puedan modificar o contrarrestar las señales negativas de las células “engordadas” de la grasa, sin tener necesariamente que eliminarlas. Las liposucciones que permiten extraer una cierta cantidad de grasa no son la respuesta más adecuada ya que aunque pueden tener consecuencias estéticas, las células grasas remanentes siguen teniendo los efectos nocivos propios de la obesidad. La dieta sana y el ejercicio moderado deberían marcar nuestra pauta de vida para tratar de evitar los problemas relacionados con la obesidad. 2 de Julio 2008.